La celebración del Día Mundial de los Humedales ha vuelto a poner el foco en el papel que juegan estos ecosistemas como defensa avanzada frente a dos grandes problemas para la humanidad: la pérdida de biodiversidad y el cambio climático. Un humedal bien conservado actúa como un reservorio para miles de especies de fauna y flora y ayuda a nuestras comunidades a ser más resilientes ante la amenaza que representa el cambio climático.

Nuestros humedales actúan como sumideros de carbono y protegen la biodiversidad, pero son también claves para la adaptación al cambio climático, ayudando a anticipar y reducir los daños provocados por fenómenos extremos que serán cada vez más frecuentes, según el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC).

En la Comunidad Valenciana hemos sido testigos de cómo las riadas del Turia, el Júcar o la rambla Gallinera derramaban sus aguas sobre la Albufera o el marjal de Pego-Oliva, donde se disipaba una parte de la energía destructiva que generan estos episodios. Una vez remansada, el agua permanece durante días favoreciendo la recarga de unos acuíferos que van a ser claves para hacer frente a la disminución de recursos hídricos a la que nos lleva el cambio climático.

Si hablamos de marjales costeros, la combinación entre la barra de arena, el cordón de dunas y el espacio inundable se han revelado como un sistema compacto capaz de encajar la fuerza destructiva de temporales cada vez más frecuentes y agravados con la subida del nivel del mar.

Son solo dos ejemplos, aunque suficientes para entender la contribución de los humedales al establecimiento de lo que se ha venido en llamar “soluciones basadas en la naturaleza”. Es decir, basta observar cómo se comporta un humedal y qué ventajas nos proporciona para saber que imitando su funcionamiento podemos ayudar a frenar el cambio climático y a reducir sus efectos. Así, crear una llanura de inundación artificial puede ser una alternativa mejor en muchos aspectos a la de construir una presa y restaurar un cordón dunar más eficiente que colocar un dique para intentar corregir la erosión de la costa.

Actualmente, muchos proyectos que hasta hace unos años eran ingeniería y puro hormigón hoy incorporan las soluciones naturales como guía. En Calp, Global Omnium se ha apoyado en las antiguas salinas, un humedal, para dar una solución a las periódicas inundaciones que sufre este municipio. La compañía investiga también el uso de los humedales artificiales como depuradoras biológicas y experimenta el empleo de plantas autóctonas para mejorar estos procesos naturales. La compañía colabora también con organizaciones conservacionistas como Global Nature en la difusión del papel de las zonas húmedas, en un acuerdo inspirado por los Objetivos de Desarrollo Sostenible ODS 15 ( Vida de Ecosistemas Terrestres) y 17 (Alianzas para lograr los objetivos).

Sin embargo, el conocimiento científico de estos procesos naturales y de las ventajas que tiene imitarlos no ha impedido el retroceso de las zonas húmedas que esta semana denunciaban las organizaciones ecologistas con motivo del Día Mundial de los Humedales. Es decir, podemos estar viviendo la paradoja de invertir recursos en “crear” zonas húmedas mientras permitimos la destrucción o al menos el deterioro de aquellas que nos han llegado hasta hoy.

El catálogo de zonas húmedas de la Comunidad Valenciana incluye 45 humedales de los que 28 se encuentran en zonas costeras y 17 en el interior. Algunos, como la Albufera de Valencia, Pego-Oliva, el Prat de Cabanes-Torreblanca, el Hondo de Elche, las Salinas de Santa Pola, el marjal de Almenara o las lagunas de la Mata y Torrevieja considerados de importancia internacional por el convenio Ramsar.  Se trata de un inmenso patrimonio que presta enormes servicios como los ya citados a la sociedad valenciana, aunque para muchos no sean todavía otra cosa que molestos “charcos” llenos de mosquitos o un lastre para el desarrollo de suelo urbano.

 

José Sierra

Director de la revista “aGOa”

Coordinador Agenda 2030 en Global Omnium